El exponente más representativo del impacto producido por la crisis feudal en la Iglesia y en la sociedad cristiana fue el llamado «Siglo de Hierro» del Pontificado. Desde comienzos del siglo x hasta mediados del XI, se prolongó este período con una transitoria mejoría en la segunda mitad de la décima centuria.
El oscurecimiento de la autoridad imperial dejó a la Sede Apostólica sin su protección e hizo que viniera a caer en manos de los inmediatos poderes señoriales: las facciones feudales dominantes en Roma. Clanes nobiliarios emparentados entre sí -la familia de Teofilacto, los Crescencios, los Tusculanos- sometieron a una tiránica opresión la Sede papal, pretendiendo ejercer sobre ella abusos semejantes a los que cometían los señores feudales en sus «iglesias propias». Puede considerarse un claro indicio de la asistencia divina a la Iglesia que el Pontificado sobreviviera a esta prueba y que ni en sus peores momentos se desviara lo más mínimo en la doctrina de la fe y la moral.
La mayor parte de asesinatos de Papas corresponde precisamente al Siglo de Hierro, marcado por los manejos políticos de dos poderosas familias, emparentadas entre í y procedentes de Teofilacto, vestatario romano: los Albericos o Tusculanos (de quienes descienden los principes Colonna) y los Crescencios. Las mujeres de la casa de Teofilacto, Teodora y su hija la domna senatrix Marozia, se erigieron en árbitros de Roma y de sus Pontífices, y a este hecho se debe quizás el que cobrara vuelos la historia de la papisa Juana, a la que nos referiremos en otro lugar. No ha habido, gracias a Dios, parangón a esta lamentable era en la historia de los Papas. Algunos -especialmente en los ambientes protestantes- ven en la Roma del Humanismo y el Renacimiento un nuevo Siglo de Hierro. Es cierto que los Papas de ese tiempo se comportaron más como príncipes que como pastores y que la mundanidad triunfó en su corte, pero no es menos cierto que hubo la contrapartida de la santidad, de la creación artística y del avance de las ciencias, contrapartida que no tuvo el siglo X, como Ludwig von Pastor muy acertadamente señala en su monumental Historia de los Papas.
Muchaas gracias, me ha sido de grán utilidad esta información. :)
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